sábado, diciembre 02, 2017

#30diasdeescribirme Dia 4: exponé una de tus obsesiones

Hacia mucho que no nos veíamos, meses. Me invito a su casa, a merendar y conversar de la vida que había pasado  sin que tuviéramos la posibilidad de relatarla de boca a boca. De mi boca a sus oídos, de sus labios a mi alma. Por que así sentía yo, que era perfecto en todo su ser y que sus palabras acariciaban mi mundo interior, casi sin importar el contenido, solo el sonido de su voz era suficiente para que mi corazón se diera cuenta de su cercanía y acelerase el bombeo de sangre. A la vez me producía paz interior, porque en ese momento, tenia la certeza de donde y con quien estaba. Con quien estaba, él. Por primera vez en varios meses sabia que estaba aquí y ahora conmigo. Al menos por un rato, mi imaginación no se inquietaba imaginando otros encuentros con mujeres mas bellas y divertidas que yo, sino que él estaba ahí, conmigo. Y aunque no me sintiese lo suficientemente linda, digna, segura y perfecta para él, me sentía tranquila y en paz. Eramos, dolorosamente para mí, amigos. Mi obsesión por él era una dimensión exagerada e insana, inimaginable para cualquiera, y su nobleza y sentimientos de pura amistad me desesperaban.
Preparamos juntos el café instantáneo, con leche, y las tostadas de pan negro. Pusimos sobre la mesa el pote de queso blanco descremado caracterizado por su color verde oscuro, y la mermelada haciendo juego. Él eligió para sentarse un lateral de la mesa, y yo elegí la cabecera que era el lugar mas cercano a él (si él quisiera tocarme la pierna por debajo de la mesa, como lo había hecho en un sueño que había tenido en esa semana, yo estaría a una distancia fácilmente accesible).
Desde la cocina veníamos hablando de su proyecto de negocio, del plan de marketing y hasta de los cuadros para la oficina. Continuábamos con la charla, cálidamente interrumpida por segundos para acordar que el se encargaba de untar las tostadas para los dos, hecho que me enamoraba aún más y me hacia pensar en convertirme en un personaje de Almodóvar que ata y priva de la libertad a su victima, quien termina enamorada del victimario.
Tostada uno: su plan de marketing con el uso de redes sociales era tan perfecto como él. La tostada para mí tenia queso blanco y mermelada de durazno. La había untado con dedicación sin llegar al borde de cada lado de la tostada. La mermelada era la segunda capa y no llegaba al borde limite de cada lado del queso. Podría decirse que la superficie del queso era mayor a la superficie de la mermelada.
Tostada dos: los colores con los que quería pintar la oficina eran sobrios y a la vez cálidos. Casi como él. La tostada tenia queso y mermelada, pero esta vez, la superficie untada terminaba mas lejos de los bordes de la tostada, es decir que era menor que en la tostada anterior.
Tostada tres: preguntaba cual era mi opinión sobre todas sus ideas. Pero nada más. Nada más de mí. No estaba interesado en saber de mí. Esta tostada recibió una cucharada de queso blanco y una cucharada de mermelada encima. La tostada era como la superficie del campo base del Everest, el queso eran las laderas de la montaña y la mermelada de durazno, la cumbre.
En ese momento repare en que él ni siquiera me había preguntado como me gusta untar la tostada. ¿Tan poco le intereso?. Acaso la gente respetuosa no pregunta "¿Como te gustaría que te unte la tostada?.
Volví a mi casa caminando, masticando las sensaciones. Llegue, abrí la heladera, saque el pan lactal, el queso crema y la mermelada (de Frambuesa). Hice una tostada y me senté a untarla con queso crema primero, cubriéndola de lado a lado de sus existencias, y luego con mermelada, de forma tan perfecta que apenas podía sostenerla con mis dedos. Queso y mermelada distribuidos uniformemente. Así se unta una tostada perfecta. Ese día descubrí que mi mayor obsesión era la tostada, no él. Después de todo el no era tan perfecto.
Luego de comerla con la misma delicadeza de la preparación, me chupe los dedos.

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